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sábado, 29 de enero de 2011

Un mundo distraído - Nicholas Carr



El correo electrónico parpadea con un mensaje inquietante: "Twitter te echa de menos. ¿No tienes curiosidad por saber las muchas cosas que te estás perdiendo? ¡Vuelve!". Ocurre cuando uno deja de entrar asiduamente en la red social: es una anomalía, no cumplir con la norma no escrita de ser un voraz consumidor de twitters hace saltar las alarmas de la empresa, que en su intento por parecer más y más humana, como la mayoría de las herramientas que pueblan nuestra vida digital, nos habla con una cercanía y una calidez que solo puede o enamorarte o indignarte. Nicholas Carr se ríe al escuchar la preocupación de la periodista ante la llegada de este mensaje a su buzón de correo. "Yo no he parado de recibirlos desde el día que suspendí mis cuentas en Facebook y Twitter. No me salí de estas redes sociales porque no me interesen. Al contrario, creo que son muy prácticas, incluso fascinantes, pero precisamente porque su esencia son los micromensajes lanzados sin pausa, su capacidad de distracción es enorme". Y esa distracción constante a la que nos somete nuestra existencia digital, y que según Carr es inherente a las nuevas tecnologías, es sobre la que este autor que fue director del Harvard Business Review y que escribe sobre tecnología desde hace casi dos décadas nos alerta en su tercer libro, Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus).


(Seguir leyendo la entrevista en El País)


P. ¿Hay alguna receta para salvarnos?

R. Mi interés como escritor es describir un fenómeno complejo, no hacer libros de autoayuda. En mi opinión, nos estamos dirigiendo hacia un ideal muy utilitario, donde lo importante es lo eficiente que uno es procesando información y donde deja de apreciarse el pensamiento contemplativo, abierto, que no necesariamente tiene un fin práctico y que, sin embargo, estimula la creatividad. La ciencia habla claro en ese sentido: la habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más. Yo simplemente me limito a alertar sobre la dirección que estamos tomando y sobre lo que estamos sacrificando al sumergirnos en el mundo digital. Un primer paso para escapar es ser conscientes de ello. Como individuos, quizás aún estemos a tiempo, pero como sociedad creo que no hay marcha atrás.


domingo, 9 de enero de 2011

Redes 71: Electricidad para curar el cerebro, por MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ




El cerebro tiene distintos circuitos que controlan diferentes funciones como el sexo, el gusto, el movimiento, etc... Nuestro cerebro funciona con electricidad, contiene entre 100 y 500 billones de conexiones sinápticas y circula una corriente de 130 micro voltios= 0,000130 V.


Para actuar sobre el cerebro se necesitan fármacos o electricidad. Antiguamente se utilizaba el electro-shock. En un electro-shock la electricidad varía entre 70 y 400 voltios, se empleaba con enfermos de esquizofrenia, su propósito es resetear el cerebro con la esperanza que funcione con normalidad. Esta técnica se perfeccionó con la estimulación cerebral profunda.


El objetivo de la estimulación cerebral profunda, una medicación personalizada para cada paciente actuando sobre una zona completa del cerebro. La estimulación cerebral profunda se realiza mediante electrodos que se insertan en el cerebro. La estimulación cerebral estimula en zonas concretas del cerebro y tiene efectos secundarios mínimos. Es una especie de espagueti que se coloca en el cerebro (un agujero en el cráneo) con anestesia y se coloca una especie de marcapasos con una batería, se hace con el paciente despierto pero anestesiado. Todas las regiones están controladas, pensamientos, movimiento. Tratan pacientes que han agotado todos los fármacos, parkinson, depresión, enfermedades psiquiátricas. En pacientes con depresión desactivan la parte de la tristeza cuando los fármacos no funcionan y se consiguen mejoras en el paciente. La estimulación cerebral profunda puede convertirse en algo normal de aquí a unos años.


Por MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ, 1º Bachillerato