Elogio de lo público
Escucha la conferencia del exministro Ángel Gabilondo en la UPV. Lúcida, divertida y sagaz.
Elogio de lo público
Recientemente, el exministro de Educación y catedrático de Metafísica Ángel Gabilondo visitó la Universitat Politècnica de València para impartir una lección magistral ante un auditorio compuesto por orientadores de secundaria. La conferencia resultó lúcida, arrancó carcajadas entre el público y sirvió para poner en valor el sistema público de educación.
Provisto de una libreta con notas y unos papeles con citas, Gabilondo desplegó en su discurso todas sus habilidades retóricas para conseguir una charla inteligente, chispeante y llena de matices, por la que desfilaron personajes como Sócrates, Deleuze, Deaño o Foucault, pero también Jack el Destripador y Gladiator.
Recurrió a los juegos de palabras ("lo que no se evalúa, se devalúa" o también "lo que se prueba, se aprueba"), a la paradoja, a la ironía y a la sorpresa: "si veo a alguien que me cae mal, me fijo y resulta que se parece mucho a mí. Y si no lo puedo soportar en absoluto, es que es idéntico".
Arremetió contra las nuevas iglesias de la talentología, contra la competitividad exacerbada que no tiene en cuenta la solidaridad ni la colaboración, contra la reducción de todo a una visión pragmática y rentable de la vida, y contra la calidad entendida exclusivamente como un conjunto de resultados. "La calidad es también equidad, diversidad, flexibilidad, participación y conocimiento".
Según Gabilondo, "decir de alguien que está sobrecualificado es como decir que está sobresaludable, que tiene más salud de la que necesita". Pidió a la sociedad que no se haga un discurso contra el conocimiento, que no se afirme que da igual estudiar que no hacerlo. En primer lugar, porque en su opinión, no es cierto: cuanta mayor cualificación, mayor empleabilidad. Y en segundo término, porque la educación es un valor. Educar supone "arrancar a uno del limitado horizonte donde está para llevarlo a ocasiones o a mundos nunca pensados".
Por último, el exministro destacó que la mejor manera de lograr que una persona tenga éxito es quererla y esperar mucho de ella. Y viceversa, si uno quiere, por ejemplo, hundir a un estudiante, basta con decirle en público una y otra vez que es un inútil, que no vale y que no llegará a nada en la vida. "En ocho días, se consigue. Y se puede hacer igualmente con todo un sistema educativo: que no sirve para nada, que está acabado, que la gente solo quiere vacaciones, que aquí no trabaja nadie." Y así, poco a poco, se va creando un estado de ánimo que la sociedad interioriza.
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