La Atenas que
conoció Platón en su infancia y juventud fue una Atenas inestable. Tras las
Guerras del Poloponeso, Esparta venció a Atenas e impuso el gobiernos de los
Treinta Tiranos. Esta oligarquía que sembró el caos y el terror no tardó mucho
en desaparecer. Tras la caída de los Treinta Tiranos, volvió a Atenas la
democracia, pero ésta dejó mucho que desear a los ojos de Platón. Como cuenta
en la Carta VII, la reinstaurada democracia juzgó y mató a su maestro Sócrates
al que consideraba uno de los hombres más justos de su época. Tras estos
sucesos Platón llegó a una conclusión: los Estados estaban mal gobernados; y
así formuló una teoría del filósofo-gobernante.
La medicina de
Platón ante la enfermedad que padecía el Estado de Atenas fue el
filósofo-gobernante. Ésta teoría afirma que los problemas se solucionarían si
el Estado estuviera en manos de personas que conocen la Justicia y el Bien, es
decir, los filósofos ya que sólo es a través de la filosofía como pueden llegar
a conocerse. Para Platón, no cualquier ciudadano es capaz de gobernar sino que
hay que tener en cuenta sus cualidades y capacidades innatas como la de
aprender o su inteligencia.
Las personas que
han alcanzado la sabiduría y la virtud y poseen el “arte” de la justicia serán
los realmente capacitados para gobernar el Estado. Al contrario que los
sofistas, Platón es partidario de que el “arte” de la justicia no se alcanza a
través de la palabra sino que es necesario conocer la justicia y el bien.
Basándose en su
maestro Sócrates, Platón aplica la teoría del intelectualismo moral a la
política, es decir, sólo quién conozca la justicia y el bien obrará de manera
justa y buena en la sociedad.
Como solo se
puede llegar a la Idea de Bien y Justicia a través del conocimiento filosófico,
serán los filósofos quienes serán capaces de gobernar en el Estado de manera
justa tras haber finalizado el proceso de aprendizaje y llegado a la esencia de
la Justicia y el Bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario