La salud es el estado de completo bienestar físico, mental y social. Uno de
los factores de los que depende nuestra salud es de nuestros pensamientos. Si
somos optimistas estaremos fortaleciendo nuestro sistema inmunitario y pensando
positivamente alargamos nuestra vida. Pero si somos pesimistas, nuestros
pensamientos acaban transformándose en dolor físico y aumenta el riesgo de
padecer enfermedades.
Tanto el optimismo como el pesimismo son conductas aprendidas. El optimismo
es una forma de ser y de ver el mundo que se adquiere con la experiencia.
Aceptando las cosas que te han sucedido, tanto las buenas como las malas, y aprovechándolas
como oportunidades para crecer y hacerse más fuerte. El pesimismo hace que las
personas solo vean el lado negativo de las cosas y no ven cualquier oportunidad
de éxito.
El optimismo está sostenido por el deseo y la voluntad de desarrollarse y
crecer. Por otro lado, una persona pesimista en el fondo es miedosa e insegura
porque no acepta las críticas, tiene poca tolerancia a la frustración y le da
miedo el fracaso.
El optimista ve oportunidades en cada obstáculo y desafíos para comprobar
que puede conseguir lo que se propone, no se enfada por cualquier cosa, no
guarda resentimientos ni rencos, perdona, acepta sus errores y agradece. Por lo
contrario, el pesimista desconfía de sus propios recursos, cree que no puede
conseguir nada de lo que se propone, se aferra a lo conocido porque piensa que
lo desconocido nunca podrá ser mejor que lo que conoce y no acepta que
equivocarse es normal y que puede hacer las cosas mejor.
Lo peor es que estas personas no se dan cuenta de que esta es su forma de
ser habitual porque no son capaces de reconocer que no ven el lado positivo de
las cosas y piensan que la realidad solo tiene un lado, el malo.
Para terminar, las personas optimistas son más felices porque viven con
mayor intensidad las relaciones sociales y con los seres queridos. Normalmente
heredamos el estado de ánimo de nuestros padres. Entre un 25 y un 50% de
nuestra felicidad está inscrita en nuestros genes, a partir de ahí depende de
nosotros.
Como conclusión, las personas optimistas analizan mucho más las cosas
negativas para aprender de ellas y son más felices porque ven oportunidades
para resolver sus problemas. Esto es gracias a sus pensamientos positivos que a
la vez les proporciona una mejor salud.
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