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miércoles, 4 de junio de 2008

Educación y conocimiento de la verdad en el pensamiento de Platon, por Anna Roca

(PAU JUNIO 2000)

La educación es, en la filosofía platónica, la que ha de llevar al futuro gobernante al conocimiento de aquello que verdaderamente existe, las Ideas, y una vez conocidas todas ellas, al conocimiento de la Verdad, que consiste en hallar la relación existente entre dichas Ideas.
Así, la relación entre educación y conocimiento esconde las dos teorías más importantes del pensamiento de Platón: la Teoría de las Ideas y la del filósofo-gobernante.

La primera de ellas, la Teoría de las Ideas, afirma la existencia de unas realidades inmutables y eternas que son imitadas por las cosas sensibles: las Ideas; y presenta una división de la realidad en dos mundos: el Mundo sensible, el de las cosas materiales, y el Mundo inteligible, el de las Ideas. Dicha teoría es ilustrada por el autor mediante una explicación mitológica: el conocido Mito de la caverna.
En este mito, Platón nos presenta dos mundos bien distintos: el interior de la caverna, lleno de sombras e iluminado por la sola luz de un fuego, y el mundo de arriba, donde están las cosas que dichas sombras copian. En la caverna se encuentran encerrados unos prisioneros que tan solo pueden ver las sombras que delante de ellos se forman, hasta que uno de ellos es liberado y asciende al mundo de arriba donde observa todas las cosas que allí se encuentran. Luego este prisionero regresa a la caverna, donde su función será guiar al resto, puesto que él ha podido ver los objetos que las sombras representan y será el más capacitado para esta función.

Así, el mundo de las Ideas, al que Platón denomina Mundo inteligible, está representado en el Mito de la caverna por el Mundo exterior. En él están todas las esencias, todo lo que realmente existe. Estas Ideas son el modelo perfecto que las cosas del Mundo sensible–el interior de la caverna en el mito- tratan de copiar y a ellas les deben su existencia, pues las cosas sensibles existen en tanto que participan de las Ideas. Pero precisamente por ser una copia imperfecta de ese mundo perfecto de las Ideas, no podremos obtener conocimiento del Mundo sensible ni de las cosas que hay en él. De tal manera que sólo podremos obtener conocimiento de aquello inmutable y perfecto que este mundo cambiante de las cosas materiales –nótese la influencia del griego Heráclito con su “todo fluye”- imita tan imperfectamente: las Ideas.

De esta manera, resulta evidente que existe una correspondencia entre los diferentes grados de realidad y los de conocimiento, que se relacionan mediante el Símil de la línea. Según este símil, al dualismo ontológico entre mundo sensible-mundo inteligible, le corresponde un dualismo epistemológico entre opinión-conocimiento, correspondencia que va desde el menor hasta el mayor grado de conocimiento, la inteligencia, y de realidad, las Ideas.

Ahora bien, ¿podremos todos llegar a alcanzar ese grado de conocimiento, el único que es conocimiento verdadero y científico? Pues no, tan solo aquellas mejores naturalezas que hayan sido seleccionadas se someterán a un largo y duro proceso educativo –la áspera y escarpada subida del Mito de la caverna- para llegar a ése máximo de realidad y de conocimiento. Y precisamente estas naturalezas, que se convertirán en filósofos, serán las encargadas de gobernar el estado en el sistema aristocrático que Platón nos presenta.
El proceso educativo que convertirá a esas mejores naturalezas en filósofos-gobernantes constará de diferentes etapas, siendo las doctrinas más importantes las matemáticas y la dialéctica. El futuro filósofo deberá estudiar las cinco enseñanzas matemáticas –aritmética, geometría plana, geometría de volúmenes, astronomía y finalmente, armonía- que son un preámbulo para la Dialéctica. No obstante, estas disciplinas tienen una gran importancia, como consecuencia de las influencias pitagóricas en Platón –“los números son las esencia de todas las cosas-, en el proceso de educación. Esta importancia recae sobre el hecho de que introducen al alma en el pensamiento abstracto y la elevan hacia lo inmaterial, permitiéndole distanciarse de todo lo material a lo que el cuerpo, su cárcel –también por influencia de los pitagóricos-, la arrastra. Aún así, como hemos indicado, las matemáticas no culminan el proceso de educación, pues son unas enseñanzas propedéuticas que no permiten conocer las Ideas, pues se ocupan de objetos que, aunque también inteligibles, son copias de estas Ideas, por lo que se hallan en un escalón epistemológico y ontológico inferior a ellas.

Por lo tanto, las matemáticas deben dejar paso a la verdadera ciencia de las Ideas, la Dialéctica, que Platón hereda de su maestro Sócrates. Esta ciencia, que permitirá al futuro gobernante alcanzar el conocimiento de las verdaderas esencias, consta de dos partes: la dialéctica ascendente y la descendente.
La dialéctica ascendente consiste en, mediante de la formulación y refutación de hipótesis, ir conociendo las Ideas una a una hasta llegar a la Ideas suprema, la Idea de Bien. Una vez se ha alcanzado la Idea suprema, ya se conoce la Verdad, pues se conocen tanto las Ideas como las relaciones entre ellas. Y es en este momento cuando, el prisionero que había sido liberado y había llegado al mundo de arriba debe regresar al interior de la caverna. Es decir, el filósofo que ha alcanzado el Mundo de las Ideas y su conocimiento, deberá regresar al Mundo sensible para gobernar la ciudad. Esta es la Dialéctica descendente, que culmina el proceso de educación del filósofo-gobernante.

Pero, ¿por qué ha de ser necesariamente el filósofo el que gobierne la ciudad? Pues porque él es el único que conoce las Ideas de Justicia, de Bien, el único que conoce la Verdad, por lo que será también el único que podrá gobernar bien y con justicia. En este sentido se vuelve a notar en Platón la influencia de su admirado maestro Sócrates, puesto que adopta su intelectualismo moral que identifica virtud con conocimiento. Según esto, si se conoce la justicia o el bien, se actuará necesariamente bien o justamente. Consecuentemente y según un símil utilizado por el propio Platón, de la misma manera que en un navío dejaríamos el comando del barco al capitán, debemos dejar el gobierno de la ciudad en manos de aquellos que saben cómo gobernarla, es decir, de los filósofos.

De esta manera, el filósofo, que habrá desarrollado la parte racional de su alma, en retraimiento de la irascible y apetitiva, más desarrolladas respectivamente en los guardianes y los productores, será el gobernante justo de este Estado Ideal. Estado que, por estar bien gobernado permitirá a sus ciudadanos desarrollar sus virtudes propias, dependiendo de la naturaleza de sus almas –en relación con el mito de los metales, que asocia a cada tipo de alma un tipo de metal. Así, los habitantes serán felices, originando una polis armónica, en la que no se cometerán injusticias como la que se cometió con la condena a muerte de su maestro Sócrates, y que tanto marcó a Platón.

En conclusión, el filósofo griego propone un sistema estatalista, en el que se antepone el bien del estado al del individuo, y según el cual, el estado se encargará de educar a los futuros gobernantes para que puedan llegar a conocer las Ideas, y con ellas la Verdad, con el fin de gobernar correctamente la polis.
Además, con ello determina la posibilidad de un conocimiento absoluto, en contraposición al relativismo y al escepticismo sofista que tanto critica, del Mundo inteligible de las Ideas. Y abriendo así una brecha entre el mundo sensible que nos muestran los sentidos y el mundo de las esencias que realmente existen, que iniciará un nuevo camino por el cual seguirá la filosofía futura. Pues en palabras del inglés Whitehead: “Toda la filosofía de occidente no es sino notas a pie de pagina de Platón”.

Anna Roca

2 comentarios:

Oscar Fernández dijo...

No me resisto a compartir con vosotros las críticas que Anna hace a su propio texto. No tienen desperdicio, pues alguien que se ve con tanta claridad lleva el chip de la mejora incorporado:

"-Quizás no debería haber explicado el Mito de la caverna en sí, sino sólo haber hecho alusiones a él.

-No sé si el símil de la línea ha quedado muy claro, si sería mejor que lo explicara un poco más o si tampoco le tengo que dar más importancia.

-Creo que debería haber explicado antes lo de el proceso educativo y haber hecho mayor hincapié en las matemáticas, la influencia pitagórica y la dialéctica.

-Siempre se me quedan los sofista por ahí colgados! Los he añadido al final pero no me acaba de gustar...

-Me da la impresión de que se me han olvidado algunas cosas y lo del alma y tal no sabía muy bien por donde sacarlo." (Anna Roca)


Quien puede verse con tanta claridad y exigencia lleva consigo al mejor maestro.

Tal vez insistir un poco más en el intelectualismo moral, pues es la clave del título. Tal vez intentar desarrollarlo un poco más en profundidad, pues creo que la impresión que te queda de que está flojo viene de ese querer explicarlo todo y no detenerte en particular en nada. Busca el sitio en el que te has de parar e intenta explicarlo mejor. Lo demás por encima.

Muy bien.

Anónimo dijo...

Ya veo cuanto te acuerdas de mí... Mira que dejarte a lo más importante.. ¡Vivan los sofistas!