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sábado, 14 de mayo de 2011

Atentos a todo... y a nada

'E-mails', redes sociales, el móvil... Recibimos una sobredosis de información que no es fácil procesar. La 'infoxicación' empeora la capacidad analítica, aumenta la ansiedad y conduce a decisiones erróneas

Recuerden cuando el mundo era (un poco) más tranquilo. Solo había un par de canales de televisión. Las cartas postales cuidadosamente manuscritas tardaban días o semanas en ir de una mano a otra. Los periódicos contaban lo que había pasado ayer. Y a los amigos los veíamos de tarde en tarde alrededor de la mesa de algún bar. Ahora, en cambio, vivimos en mitad de una avalancha. El acelerón de la tecnología ha provocado que la información nos bombardeé a discreción, sin piedad y en todas direcciones, y que el contacto con el prójimo se haga constante e instantáneo gracias al teléfono móvil, el e-mail y las redes sociales. Si antes mirábamos el mundo a través de la ventana, ahora miles de ventanas que se abren simultáneas y meten el mundo en nuestro ordenador. Esta nueva forma de existencia, hiperconectada e instantánea, tiene sus ventajas, claro está, pero también sus desventajas. El estrés, la ansiedad informativa, la confusión, la superficialidad o la falta de atención son algunos de ellos. "Infoxicación" lo llama el físico Alfons Cornellá, fundador de la consultora sobre nuevas tendencias Infonomía, un neologismo que mezcla la información y la intoxicación. Se produce cuando la información recibida es mucho mayor que la que somos capaces de procesar, con consecuencias negativas.

"En el momento en que aun no has acabado de digerir algo, ya te está llegando otra cosa", dice Cornellá, "la entrada constante de información, en un mundo always on (siempre encendido), te lleva a no tratar ninguna información en profundidad. Cuando la información es demasiada todo es lectura interruptus. El fenómeno se desboca cuando todos pasamos a ser productores de información, y cuando los instrumentos para producirla son mejores que los instrumentos para organizarla y buscarla. Todos sabemos usar un procesador de texto, pero pocos saben buscar información de calidad con criterio". En efecto, hoy día la actividad es frenética: "Se calcula que entre el nacimiento de la escritura y el año 2003 se crearon cinco exaby­tes (billones de megabytes de información). Pues bien, esa cantidad de información se crea ahora cada dos días", informa el especialista en redes David de Ugarte. "La posibilidad de emitir información codificada se ha ido democratizando: primero como escritura, luego como imagen, etcétera. Piensa cuánta gente podía escribir un texto a principios del siglo XIX, o cuanta hacer una foto a principios del XX... Y compáralo con hoy".

Una información que, además, salta de un lugar a otro como pulgas en una sábana: en España se envían 563 millones de correos al día, según la consultora Contactlab, y cada español recibe, de media, unos 23 correos diarios que debe gestionar (en algunos casos llegan a cientos), y que ahora, además de en el ordenador, también recibimos en nuestros smart­phones (teléfonos inteligentes). Y eso sin contar lo que se cuela a través de redes sociales como Facebook y Twitter. Según la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), el 37% de los españoles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace más de sesenta horas. Cada vez pasamos más tiempo en este mundo de los unos y ceros y menos en el de la carne y los huesos: "Las horas dedicadas diariamente al uso de aparatos electrónicos prácticamente se ha duplicado desde 1987, mientas que la interacción cara a cara caía desde unas seis horas a poco más de dos", según explica José Antonio Redondo en su libro sobre redes sociales Socialnets (Península).

Y todo esto cansa a la mente. El psicólogo David Lewis creó el concepto de Síndrome de Fatiga Informativa, en su informe Dying for information? (¿Muriendo por la información?) elaborado para la agencia Reuters. Se da en personas que tienen que lidiar con toneladas de información procedente de libros, periódicos, faxes, correos electrónicos, etcétera, y que, según Lewis, provoca la parálisis de la capacidad analítica, ansiedad y dudas, y conduce a malas decisiones y conclusiones erróneas. Dos tercios de los 1.300 profesionales entrevistados por Reuters achacaron al estrés producido por manejar altos flujos de información daños en sus relaciones personales, baja satisfacción laboral y tensión con sus colegas. "El exceso es más perjudicial que provechoso", opina Jorge Franganillo, profesor de Información y Documentación de la Universidad de Barcelona.

"Durante siglos hemos asociado más información a más libertad. Sin embargo, hoy día, no por tener más donde elegir tenemos más libertad ni estamos más satisfechos. La información es imprescindible en la vida moderna, pero en exceso es asfixiante y resulta difícil de procesar. Al final, más es menos". Nos puede incluso hacer menos productivos, como observó el psicólogo británico Amir Khaki, de AK Consulting, estudiando el comportamiento de un grupo de ejecutivos: la consulta continua de la BlackBerry aumenta el estrés y reduce la productividad. Uno de los sujetos del estudio tardaba el triple de tiempo en rellenar impresos comunes por la constante distracción de su teléfono inteligente. "La presión que provoca la sobrecarga informativa retrasa decisiones importantes o hace que se tomen medidas sin la suficiente reflexión. Y causa también una fricción informativa que dispersa la atención y aumenta la fatiga. La energía física e intelectual que consumimos para obtener la información correcta se desperdicia si no hacemos algo útil con ella", dice Franganillo. Y, por mucho tiempo que invirtamos, siempre tenemos la impresión de que se nos está escapando algo. "Esta sobreabundancia hace que pocos elementos de entre todo ese mar resalten y queden fijados a nuestra memoria, que hoy se encuentra medio perdida al no poder atar datos con situaciones y lugares concretos.Muchas cosas pasan desapercibidas, miradas sin ser vista", dice Roberto Balaguer, psicólogo especialista en Internet.

Superficialidad

La superficialidad es otra de las posibles consecuencias del maremagno actual, como señala el autor Nicholas Carr en su libro Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (Taurus), de reciente aparición. Carr, licenciado en Literatura, advirtió que su capacidad de concentración en la lectura de textos largos era cada vez menor. La causa: su actividad multitarea, atento a la vez a la web, el Twitter, el teléfono, el Skype, el Facebook... "Internet nos incita a buscar lo breve y lo rápido y nos aleja de la posibilidad de concentrarnos en una sola cosa", declaró en una entrevista a Bárbara Celis en EL PAÍS. "La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión y contemplación, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces para profundizar en esa información y al hacerlo no solo nos deshumanizan un poco sino que nos uniformizan". Por supuesto, Carr cerró sus perfiles en las redes sociales.

No todos son tan pesimistas. "Mi hijo juega mucho al Call of Duty (un frenético videojuego bélico). Puedo pensar que está perdiendo el tiempo, o incluso que está enganchado, o pensar que se está preparando para un nuevo mundo donde los estímulos serán mayores, y la información más cambiante. El mundo que viene probablemente sea más parecido a Call of Duty que a Guerra y paz", opina Xabier Carbonell, profesor de Psicología en la Universidad Ramón Llull. "No creo que sea un problema, sino cuestión de aprendizaje. Fíjate, mi madre me decía '¿cómo puedes estudiar con la radio puesta?'. Y compáralo con todo lo que hay ahora... La tecnología está produciendo un cambio cognitivo importante". Cada vez somos más multitarea y esto es irreversible. "Son las habilidades que, por otro lado, cada vez valora más el mercado laboral: empleados que tengan esa habilidad de gestionar en contextos de saturación de información", coincide Fernando Garrido, del Observatorio para la Cibersociedad. ¿Cómo gestionar esta cantidad ingente de información? La respuesta es obvia: tomándonoslo con calma. Desconectándonos un rato: apagar el ordenador, la televisión, silenciar el teléfono.

Ahondar en el trato humano y pausado. Adoptar un hobby alejado de los gadgets tecnológicos. Salir a la calle. "Algunos médicos han indicado las siestas como una manera de contrarrestar la neblina digital de la sobreinformación", sugiere Balaguer. "No dedicarse a leer y contestar el correo en cualquier momento, sino solo a determinadas horas de la jornada laboral, de manera que sea una parte de tu agenda y no te interrumpa constantemente", recomienda Redondo. Y eligiendo solo lo provechoso. "La avalancha de información que se puede gestionar mejor si establecemos prioridades. Hemos de tener claro qué temas nos interesan, centrar la atención en pocas áreas y procurar que sean lo bastante concretas. No se puede pretender estar al día de muchos temas o de temas demasiado amplios: ya en 1550 el teólogo Juan Calvino se quejaba de que había tantos libros que ni siquiera tenía tiempo de leer los títulos", dice Franganillo. Como apunta Cornellá: "Hay que escoger muy bien las fuentes de información. Dedicar parte del mejor tiempo del día a la información de calidad. Cuanta más de esta manejas, más capaz eres de discriminar que lo que tienes delante es pura basura. La buena información, la relevante, desinfoxica".

Aislarse en el ordenador

Cuando uno está trabajando en el ordenador y comienzan a saltar (a veces constantemente) los avisos de correos recibidos, de nuevos tuits o mensajes de Facebook es fácil perder la concentración y hasta la paciencia. Para resolver este nuevo problema, la agencia española Herraiz & Soto ha creado el software Ommwriter. Como ellos mismos explican, se trata de un programa que recrea la nada. No desactiva el correo ni las redes sociales, pero, al activarlo, dejan de saltar las notificaciones.

Además, para mejorar la concentración y la relajación, Ommwriter permite elegir un color de fondo de pantalla suave e, incluso, una música de fondo agradable que puede ir desde el sonido de los grillos hasta el de un bebé en el útero materno.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Albert Espinosa: "Tuve tres cánceres, perdí una pierna y fui felz"



SUSANA GOLF Un libro con título de bolero...
Me lo regaló una señora en la panadería. Me dijo que su vida habría cambiado mucho si alguien le hubiera dicho ven. Yo tenía otro, «Amar se conjuga en pasado». Pero la señora de la panadería me cautivó.
Veo que en la novela vuelca todo lo que ha ido recogiendo en su mochila vital.
El protagonista busca doce perlas al año. Yo también.
¿Cuántas lleva encontradas este año?
Llevo pocas. Me gustó mucho la idea de poder poner perlas reales y dárselas a mi protagonista. Las personas que describo existen, yo las conocí. Como el hombre que lleva el saco de boxeo lleno de cosas de personas que conoció y se abraza a él y baila con él. Hasta la frase del inicio «Cuando ya crees que tienes todas las respuestas va el universo y te cambia todas las preguntas» es de una perla mía.
El protagonista es un buscador de niños perdidos pero el que está perdido es él.
Sí, le deja su novia y se queda bastante huérfano de camino y de rumbo y ha de volver a su infancia, buscar sus perlas de adolescencia y de niñez, volver a las raíces para que el tronco sea más fuerte.
Y usted ¿ha estado también perdido?
Sí, cuando pasas momentos de gran auge te pierdes. Yo, cuando me curé del cáncer, fue un impacto de perder el rumbo. Pasa muy a menudo. Como el que vuelve de una guerra, de Vietnam.
El libro está lleno de símbolos: el saco de boxeo, las islas, los faros...
Yo creo en la sensación de que los objetos, las islas, pueden tener vida, esto que dice un personaje estar vivo es dar vida. Quería hacer un personaje que le hubieran contado cosas muy maravillosas y, en el momento de estar perdido, todas tuvieran un sentido.
Sus personajes son diferentes.
Yo creo que el desconocido es tu gran aliado, que la gente más importante de tu vida todavía no la has conocido. Y es importante la diferencia.
Muchas de sus vivencias proceden de los hospitales.
Sí, tuve tres cánceres y perdí una pierna y fui feliz.
¿Fue feliz?
Sí, fui feliz, el balance final es muy positivo. Yo siempre digo que las pérdidas son ganancias con el tiempo siempre que hagas el duelo. Creo que hay que contar estas historias para que la gente que está en el hospital tenga también héroes. Pierdes muchas cosas, pero también el miedo a la muerte. En el hospital teníamos un pacto de vida: teníamos que vivir la vida de la gente que moría y me tocó vivir 3,7 vidas más la mía. Tengo la sensación de estar viviendo tiempo extra. El día que te cortan la pierna no estás feliz, pero yo no tengo la sensación de que eso me limite. No darme cuenta de la suerte que tengo sería traicionar las vidas que llevo dentro.

En Levante

miércoles, 4 de mayo de 2011

¿Por qué no ser cortés?, por LORENA MARTÍNEZ

"Al que al cielo escupe, en la cara le cae". Creo que este
refrán expresa perfectamente lo que significa la cortesía.
En la vida uno va a recibir lo que ha dado. Si tratas mal
a la gente, ellos te tratarán mal a ti.

Hoy en día, el mundo está más globalizado que nunca,
y a lo largo de una vida es fácil visitar varios países y
culturas y conocer a personas de muchos y variados
niveles sociales. Estar informado sobre los usos y
costumbre de ellos es básico para poder relacionarnos
con cierta soltura, pero además el ser cortés y educado
con los demás nos abrirá muchas puertas y nos facilitará
una relación cordial con la gente.

Imaginemos que un japonés visita nuestro hogar con
motivo de un intercambio escolar o cultural. Conoce poco
nuestro idioma y, evidentemente, nosotros menos el suyo.
Nuestros gestos, si son afables o no, nuestra cordialidad
y otras normas de cortesía harán que la relación sea más
fluida y amistosa a pesar de las dificultades lingüísticas.
Por el contrario, una cara adusta, seria, malos modos y
alzar demasiado la voz para intentar explicarnos, crearán
una barrera infranqueable entre nosotros dos.

Con la gente de nuestro entorno, tanto familiar como
escolar como amistades, existe una familiaridad que
hace que pasemos por alto -o interpretemos de otra
manera- algunas normas básicas de urbanidad y que
ellos disculpan porque nos conocen, pero si intentáramos
aproximarnos a un niño con estos modos, seguramente
nos rechazaría.

Una palabra amable, un "gracias", un "por favor", hacen
más llevadera nuestra relación social e indican a los demás
la manera en que nos han de tratar a nosotros. Al fin y al cabo,
quizás la pregunta debería ser: ¿por qué no ser cortés?

Por LORENA MARTÍNEZ, 1º Bach

lunes, 2 de mayo de 2011

¿Quién manda aquí?, por MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ

Es viernes por la tarde, después de una tarde ajetreada, por fin tengo tiempo para descansar. Enciendo la tele, más de lo mismo, políticos hablando y hablando y tirándose los trastos unos a otros. Cambio de canal, en este sale un programa de la prensa del corazón y el presentador mandando callar, moderando y dirigiendo el debate del programa. Me he cansado en 5 minutos de ver la televisión, así que la apago y empiezo a pensar y reflexionar sobre lo que he visto y comienzo por el principio, los primeros humanos.

Y empiezo a recordar esas clases que eran de historia, pero de la antigua historia, en la que nuestros antepasados se reunían en grandes tribus, grandes grupos de gente en la que había un líder, el que mandaba, el que dirigía, el que buscaba la mejor opción para su “clan”. Entonces me viene a la cabeza la política, pero, ¿Qué pasa con la política?

Actualmente, como ya pasó antes de la primera guerra mundial, la gente esta perdiendo la confianza en los políticos y en su “política”, ¿Por qué?.

Pues porque como ya he dicho antes el político es el líder del clan, es el que tiene que velar por nuestros intereses, pero por desgracia eso no está ocurriendo, tanto en la derecha como en la izquierda. El problema es que conforme nos hemos ido civilizando, los humanos nos hemos ido distanciando los unos de los otros, nos hemos convertido en gente egoísta, que solo busca lo que más nos interesa, aunque realmente ese egoísmo en parte lo llevamos por instinto.

La gente está perdiendo la esperanza en la política porque ellos, nuestros “líderes” se están acusando unos a otros pero todos se están llevando el dinero del estado, y no en pocas cantidades. La gente no sabe a quien votar, no saben si votar porque solo ven corrupción. Entonces, ¿Qué es un buen líder, quien es el que debería mandar aquí?

Para mí un líder no puede tener ideología fija, tiene que ser imparcial, tiene que ser alguien que vele por los intereses de la gran mayoría, es decir que realmente apoye y ayude al que más lo necesita, y el que esté bien no dejarlo de la mano de dios sino intentar ayudarle y hacerle una forma de ver que mejore la calidad de vida de los demás y la suya propia. Mi consejo para conseguir alguien así es votar en blanco, solo así conseguiremos dar un cambio radical en la política y que todo funcione mucho mejor.

Pufff…. Me he tirado dos horas pensando y no me he dado cuenta! Me voy a ver un capítulo de los Simpson, que por lo menos, ellos no son egoístas.


Por MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ, 1º Bach.