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lunes, 17 de mayo de 2010

GUIX, X., Si lo no creo, no lo veo (Belacqua 2008 ), por IRENE CALVO



1ª parte: El arte de meter ideas en la cabeza



¿Cómo construimos nuestra vida? Según el autor del libro, nuestra vida se construye a partir de las propias creencias que poco a poco adquirimos desde el nacimiento a través de padres, amigos, medios de comunicación etc. En definitiva, de la sociedad. De modo que a partir de aquí vamos forjando la creencia de uno mismo. Esta creencia frecuentemente dista mucho de la realidad porque como ya sabemos, no solemos ser lo que queremos ser pero sorprendentemente, tampoco somos lo que creemos ser. De esto nos damos cuenta cuando en un momento dado, bien porque estamos disfrutando o bien porque sale el yo más visceral, dejamos de pensar en nosotros mismos, dejamos de algún modo de actuar y sale esa esencia natural. El aspecto negativo de tener una creencia sobre nosotros mismos radica en el hecho de que nos limita. Si esta creencia no se ajusta a ciertos comportamientos que desearíamos o necesitamos tener, no los mostraremos porque no nos reconoceremos en esa identidad.


Una de las creencias que nos condicionan en las actuaciones cotidianas y que es importante señalar, es precisamente una que en la cultura occidental tenemos muy arraigada. Se trata de la concepción de la relación entre raciocinio y sentimientos, lo que también conocemos como la dualidad de la cabeza y corazón. A menudo, tendemos a pensar que nos vemos obligados a tomar una decisión eligiendo forzosamente entre atender a la cabeza –lo que nos dicta la razón- o seguir lo que dicta el corazón – los sentimientos y emociones-. Pues bien, nada más alejado de la realidad. En los hechos que llevamos a cabo, valoramos nuestros sentimientos y emociones razonadamente y después de este proceso, que mantiene la unidad de la cabeza-corazón, decidimos actuar.


Por otro lado, las creencias están relacionadas con el paso del tiempo. Al fin y al cabo, tenemos una creencia del "yo" porque lo vivido en el pasado ha transcendido y porque proyectamos en el futuro nuestra creencia del "yo" venidero –pensamos en cómo creemos que seremos, qué haremos etc.- Todo esto repercute en el presente, pues vivimos atormentados por la culpabilidad o nostalgia del pasado o temerosos por cómo será el futuro. Es decir, dejamos pasar el presente sin atenderlo.


En conclusión, desarrollamos nuestra vida atendiendo consciente o inconscientemente –más a menudo inconscientemente- a nuestras creencias que nos limitan e incluso a veces nos amargan la existencia cuando reparamos demasiado en ellas. Es algo inherente en los humanos creer en algo y no siempre es negativo siempre y cuando no condicione e interfiera demasiado en nuestras vidas.



Por IRENE CALVO, 1º BATX.

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