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martes, 6 de noviembre de 2007

Del intelectualismo moral a la justicia, por Clara Monzó

Como parece que nadie se lanzaba con este tema, me lo apropio. He considerado interesante unir dos de las cuestiones propuestas porque se relacionan entre sí: el intelectualismo moral y gobierno de los filósofos con la pregunta de por qué no es casualidad la equivalencia entre un alma y una polis justa. Mi intención es hacer una síntesis de algunas ideas vistas en clase que tengan relación con ambos temas y que sirva para repasar. (Muy bien: el objetivo es pasar por muchas perspectivas desde distintos estilos.)

El “intelectualismo moral” recoge varias de las cuestiones estudiadas en clase, y es muy adecuado para insistir un poco más en el papel que juegan las ideas en las teorías platónicas. Esta doctrina fue defendida por Sócrates y, tal y como se demuestra repetidas veces en la Apología (Importante, referencias explícitas: haced gala de lo que sabéis. Una foto es para salir guapo/a.), hace hincapié en la importancia de la “virtud”.

En su enfrentamiento con los sofistas, Sócrates defiende la existencia de una serie de elementos comunes que permiten definir de manera unitaria diferentes conceptos, de modo que se puede establecer un criterio (En Platón está claro que serán las ideas: ¿cuál es ese criterio en Sócrates?), necesario para no caer en un relativismo radical. Dicho de otro modo, sostiene que hay una relación entre todas aquellas cosas consideradas, por ejemplo, “bellas” y que es precisamente esta relación la que las caracteriza y permite diferenciarlas de las cosas que no son bellas. Este principio, por lo tanto, alude a la idea de “verdad” (ojo, NO hay idea de verdad; cuidado con esto que es fácil que despiste. Y os hago la pregunta que hizo Pilatos a Jesucristo: ¿qué es la verdad? Pues para Platón la verdad es...), a aquello que realmente existe.

Así mismo, ello implica que se puede llegar a conocer estos conceptos –conceptos, que no ideas, ya que este nombre (el nombre y lo que ello implica de una existencia independiente, muy bien) sería aportado más tarde por Platón- y contrasta, también, con la postura de los escépticos (recordando la célebre cita de Gorgias).

A partir de lo dicho, Sócrates relacionaba “virtud” con “conocimiento”, lo que significa que es necesario conocer la definición de bien para poder actuar correctamente. Del mismo modo, en el momento en que se conoce una definición, se actúa correctamente de forma necesaria (en otras palabras, es imposible obrar mal si se conoce la definición de bien). Por otra parte, afirma que el ser humano busca siempre su propio bien pero que la búsqueda de su beneficio puede confundirle y moverle a obrar mal. (¿Se anima alguien a exprimir este párrafo, con ejemplos tomados de los sitios más inverosímiles, para que no sea todo tan platónico?)

Todas estas cuestiones tratadas, influyen en Platón de manera determinante. Por una parte, aquellas “definiciones verdaderas” de las que Sócrates hablaba, dan pie a la teoría de las ideas. Por otro, la doctrina del intelectualismo moral es aplicada por Platón al contexto político ateniense.

En relación con el símil de la línea, Platón establece una jerarquía en la que el mundo inteligible, o mundo de las ideas están en la cima y tienen una mayor existencia que lo material, ya que las cosas dependen ontológicamente de las ideas. Ocurre, además, que el mundo inteligible está a su vez jerarquizado y sitúa a la cabeza la idea de bien, de la cual parten todas las demás. Como consecuencia, y en consonancia con la teoría socrática, una persona actúa correctamente si conoce la idea de bien; ahora bien, no todos pueden alcanzar esta idea. Dicho conocimiento corresponde exclusivamente a los filósofos.

En este punto, conviene explicar el dualismo antropológico entre cuerpo y alma para relacionarlo con la equivalencia entre un alma justa y una polis justa. Partiendo de la cita “el hombre es su alma”, Platón establece que el cuerpo no es más que una cárcel para el alma, que es el ser verdadero pero que está condicionada por los impulsos sensibles del cuerpo. Así mismo, el alma tiene tres divisiones, en representación de los conflictos internos (entre razón, emociones y deseos) que hacen debatirse al ser humano. Paralelamente, teniendo en cuenta el sentido de colectividad que caracterizaba a la polis ateniense, se establece una división en clases sociales que concuerdan con las partes del alma ya que cada uno pertenecerá a una determinada clase dependiendo de la naturaleza de su alma.

Así, siguiendo una jerarquía, en la base se sitúa la parte apetitiva, el deseo de placer y bien material. Ésta se corresponde con la clase de los productores, formada por artesanos y campesinos. En el siguiente peldaño encontramos la parte irascible, pasiones y emociones humanas junto con la clase de los guardianes, encargados de la protección de la ciudad. Finalmente, en la parte superior se halla la parte racional, donde se encuentra lo verdadero.

La clase correspondiente a la parte racional del alma es, precisamente, la clase de los filósofos. (En ellos predomina la parte racional, lo mismo que en cada de las otras dos clases predomina una de las otras dos partes.) Partiendo de esta teoría y recogiendo todo lo analizado arriba, podemos retomar y explicar la doctrina del filósofo gobernante enunciada por Platón. Como decíamos antes, los filósofos, que se sitúan en la parte superior de las clases, son los únicos que pueden conocer las ideas. Platón decía que el Estado ateniense estaba corrompido (muerte de Sócrates) y, para que esta situación cambiara, la dirección de su gobierno debía recaer sobre aquellos que fueran justos. A su vez, relacionaba justicia con armonía, y esta última debe entenderse como la estabilidad entre las tres partes del alma, donde la razón domine a las otras partes y las conduzca en el buen camino. De este modo, las personas más justas, los únicos capacitados para reconducir el gobierno, no son otros que los filósofos.

E, igualmente, se explica así que no es una coincidencia la equivalencia entre una polis justa y un alma justa. (Ambas participan por igual de la idea de justicia, que se define en términos de armonía. O sea, que cada parte cumpla su función dentro del todo: recordad organicismo y estatalismo.)

Clara Monzó


Muy bien, muy bien. Seguimos cogiendo vuelo.

Nota 8´5.

Fijaos en el paso de reproducir datos de forma ordenada a relacionarlos de otra manera que estamos haciendo en conjunto en los comentarios. Sin historia de la filosofía no hay filosofía (podemos discutirlo en clase).

Importancia de la separación de ideas en párrafos. Eso da fuerza al discurso y hay que aprovecharlo.

Lo importante es conducir el discurso, llevarlo a él y no que él te lleve. Para eso hace falta madurez y nociones claras (va un chiste malo). Eso te da confianza para que puedas soltarte y no estar agarrado a los esquemas como si fueran muletas. Las muletas hacen falta al principio, pero luego hay que dejarlas a un lado. La gramática la olvida el hablante medio cuando domina el idioma.

También podéis saliros un poco del guión: pensar es relacionar, así que bien pueden aparecer otros temas. Eso puede hacernos entender mejor los chichés platónicos.

Escribo de este color algunos conceptos para mostrar cómo siempre hablamos de todo, se mencione explícitamente o no .

Buscad párrafos sólidos desde la primera palabra, buscando continuidad entre uno y otro. Sed organicistas al menos en eso.

2 comentarios:

AnNy* dijo...

Según lo que yo he entendido, para Platón una persona alcanza la verdad cuando encuentra la relación que existe entre las ideas, para lo que debe antes conocerlas todas.Así, sería como el máximo alcanzable, es decir, cuando ya conoces todas las Ideas, ya has llegado al máximo de conocimiento de la realidad, entonces estás en posesión de la Verdad. Claro que a esto sólo podrían llegar los filósofos.
De esta manera, la Verdad platónica sería la relación entre todas las Ideas y por esto, no existiría una Idea de Verdad.

Oscar Fernández dijo...

Eso. La verdad sería la relación que hay entre las ideas y las cosas.
Y ya sabemos que se conoce la totalidad de las ideas cuando se conoce la Idea de Bien, que veremos el próximo día que es lo más de lo más, y no una ni dos, sino tres veces.
¡Muy bien esos comentarios!