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domingo, 10 de febrero de 2008

Descartes, Discurso del Método (Ed.Diálogo), Parte IV, 8

8) ¿Por qué puede afirmar que ni las más extravagantes opiniones de los escépticos pueden hacer tambalear las afirmaciones anteriores?

Descartes afirma que ni las más extravagantes opinones de los escépticos podrán hacer tambalear las afirmaciones anteriores porque ha alcanzado el cogito, es decir, una verdad “tan firme y segura” de la que nadie, ni tan siquiera los escépticos, puede dudar.
Pero para llegar a esta primera afirmación Descartes utiliza un método propio, el método cartesiano, es decir, la duda metódica. Este proceso estaría basado en el método escéptico, al cual quiere derribar, y consiste en la duda absoluta, o sea, dudar de todo. Este planteamiento radical del método cartesiano se ve limitado por las afirmaciones del propio autor, que propone una moral provisional, es decir, una serie de máximas a seguir durante su período de duda, y que limitan esta radicalidad inicial.
A través de la duda Descartes desconfía de la fiabilidad de los sentidos, puesto que son engañosos y nos proporcionan impresiones contradictorias referentes a un mismo objeto visto en dos momentos distintos, o en un mismo instante por dos personas distintas, por lo que no es a través de ellos que podremos alcanzar la verdad. A continuación pasa a dudar de la realidad en sí, puesto que lo vivido en sueños nos parece tan real como lo vivido durante la vigilia, así que no pudiendo estar seguros de si estamos despiertos o no, no podemos estar seguros de la realidad de las cosas que vemos y que nos suceden, por lo que este tampoco sería el camino para encontrar esa primera verdad. El paso siguiente es la llamada duda hiperbólica, o duda total:
“¿No puede ser que exista un genio maligno que me esté engañando constantemente?”
Esta pregunta podría conducir a la parálisis mental [Epojé], que es el final del camino de un escéptico, en el cual se llegaría a la conclusión de que “No puedo saber nada puesto que no puedo estar seguro de nada”, ya que hasta este momento Descartes ha seguido un razonamiento parecido al que habría hecho un escéptico.
No obstante esta parte está menos desarrollada en el discurso del método porque contradeciría en cierta manera la primera máxima de la moral provisional (“Comenzando ya a no contar para nada con las [ideas] mías propias, a causa de que quería someterlas todas a nuevo examen, estaba seguro de no poder hacer nada mejor que seguir las [ideas] e los más sensatos”) ya que un Dios astuto y engañador iría en contra de los preceptos eclesiásticos, e ir en contra de estos preceptos supondría una radicalidad excesiva de la que Descartes no es seguidor, como deja patente a lo largo de todo el texto.
Sin embargo podemos ver claramente que todo este proceso ha sido un simple argumento de concesión al adversario, por el cual constantemente el autor no ha parado de darle la razón a los escépticos siguiendo su mismo razonamiento para finalmente cortar esta duda con un golpe de razón:
“Advertí que, mientras quería de ese modo pensar que todo era falso, era preciso necesariamente que yo, que lo que pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad, yo pienso luego yo soy [“Ego cogito, ergo sum, sivo existe”], era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear”.
En consecuencia Descartes termina con el bucle de duda en el que caen los escépticos con una afirmación tajante, puesto que los escépticos llegaban a dudar de su propia existencia, pero es evidente para todos, incluso para ellos, que mientras están dudando deben existir, aunque no pudiendo tener segura su existencia inmediatamente anterior a ese pensamiento ni la inmediatamente posterior, sino sólo la certeza de que Existen en tanto que piensan.
A partir de esta primera afirmación inamovible Descartes establece las características que deben tener las verdades primarias, a través del entretejimiento de las cuales logrará demostrar la existencia de Dios y de toda la realidad, que al partir de una premisa tan distinta y verdadera, y cuya certeza es incuestionable, es preciso que todos los razonamientos que de ella se desprenden sean así mismo igual de verdaderos y reales.

Jose Ferrale

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Al decir "Pienso, luego soy" está mostrándonos una conclusión en la cual los sentidos no tienen nada que decir al respecto, la frase nos intenta decir que uno mismo puede estar seguro de que existe porque está pensando, pero eso no quiere decir que uno mismo sepa que los demás existen o que el mismo ha existido en el pasado o en el futuro. Los escépticos podían dudar de todo pero nunca de que existían en un presente, pues un claro ejemplo de que existimos como materia pensante es que pensamos.
Es una verdad incuestionable, independientemente de los sentidos, del propio cuerpo... Si que podemos dudar de que los demás existan o no, pero yo puedo estar completamente segura de mi existencia en este momento, siempre en el presente. Pero en el pasado o en el futuro no puedo estar segura, porque mi memoria o mi premonición pueden engañarme.

Laura Herrera

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