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jueves, 19 de noviembre de 2009

En defensa de la Filosofía, por JAVIER HERRRERA


Desde hace unos años, la Unesco convoca el Día Internacional de la Filosofía, el tercer jueves de noviembre, con el objetivo de fomentar la enseñanza de la filosofía para estimular el pensamiento crítico e independiente, favorecer el entendimiento mutuo y propiciar la tolerancia y la paz. Los firmantes, profesores de filosofía de secundaria y de universidad, queremos aprovechar esta cita para tratar del papel de la filosofía en la educación secundaria y su situación en la Comunitat Valenciana.

Cuando nuestros alumnos llegan al final de la Secundaria obligatoria acumulan un largo recorrido educativo al tiempo que viven su adolescencia y se dirigen a su primera juventud. La enseñanza recibida ha consistido en los contenidos que la sociedad ha establecido como ciertos y justificados y, por tanto, adecuados para su transmisión a las nuevas generaciones. Estos contenidos llegan, pues, a los alumnos como productos del saber realizado y conseguido por la sociedad, razón por la que deben ser alcanzados y asimilados como si fueran frutos maduros, completos, sin posibilidad de cuestionamiento o modificación.

En sociedades de complejidad como la nuestra, el paso por la adolescencia se vive de forma problemática y confusa. El incremento de exigencias sociales obliga a mayores esfuerzos y rendimientos y, en consecuencia, a la toma de decisiones cada vez más frecuentes y con consecuencias de más alcance para sus vidas. Por otro lado, los esquemas recibidos en el proceso educativo se muestran cada vez más ineficaces para entender el mundo, la sociedad y su propia persona, pues, a pesar de su aparente claridad y solidez, no son capaces de ayudarles ante situaciones nuevas en que por sí mismos deben identificar, analizar y decidir sin modelos previos.

La especificidad de la enseñanza de la filosofía —que se introduce en cuarto de ESO y prosigue en los dos cursos de Bachillerato— radica en su capacidad para sustraer a los estudiantes de esta separación entre los conocimientos y la vida, su vida. Cuestionar lo que no se deja cuestionar nunca, descubrir, conocer y criticar las doctrinas escondidas tras los sobreentendidos y los tópicos, tratar de dar luz a lo que no se entiende y que nadie más que uno puede aclarar, revisar y reelaborar lo recibido y la propia mirada para atreverse a pensar por sí mismo, son algunas de las actitudes que ha fomentado tradicionalmente esta disciplina. Y para conseguirlo trabaja el análisis lógico del conocimiento, la apertura creativa de perspectivas y enfoques, la atención respetuosa y cuidadosa hacia los textos filosóficos, la exigencia de rigor en la articulación y la argumentación del discurso.

Desde el curso pasado, los alumnos de Bachillerato de nuestra comunidad (y de otras cuatro: todas las que tienen un idioma propio además del castellano, excepto Baleares) disponen de una hora menos de filosofía en su horario. La razón es, nos dicen, puramente técnica: «Había que hacer sitio a la nueva materia (Ciencias para el mundo contemporáneo) impuesta por el Ministerio de Educación y ha habido que recortar la Filosofía y Ciudadanía de primero para ello». Y problema resuelto, pensó seguramente el conseller cuando firmó este desaguisado. Un quítate tu pa´ ponerme yo resuelto de un tijeretazo.

¿Por qué no se recortó otra materia? Piensen por un momento en reducir las de castellano, valenciano, inglés, educación física u otras asignaturas comunes: hubiera sido una aberración, claro. Y hubiera causado el rechazo de colectivos de profesores mucho más numerosos que el de filosofía y/o mucho más influyentes (por ejemplo, los ligados a la religión católica o a los principales partidos). ¿Por qué no se intentó una solución que no quitara horas a ninguna materia? Porque no había interés ni sensibilidad ni rédito político que invitara a esforzarse en hacer los cambios necesarios en la normativa (a diferencia de lo ocurrido, por ejemplo, en la Educación para la Ciudadanía —EpC— cuando se quiso que fuera en inglés.). Digamos también que, de paso, se castigaba la soberbia y mala conducta de los profesores de filosofía que se habían opuesto mayoritariamente a la imposición de la EpC en inglés en las aulas.

La situación de la filosofía padece estas y otras tribulaciones desde que los dos grandes partidos decidieron jugar en el tablero educativo algunas batallas ideológicas. La decisión aparentemente técnica de amputar la filosofía en nuestra comunidad no es casual y es coherente con los posicionamientos doctrinarios que unos y otros sostienen. Obviamente —y a pesar de sus palabras— no han defendido los intereses educativos y formativos de las nuevas generaciones, sólo sus propios intereses y mediocridad política.

[Firman también Creu Llopis, Carmen Ors, Carmina Peiró y Vicente Sanfélix.]


En el Levante, 19.11.2009, Opinión

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