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martes, 1 de noviembre de 2011

Ontología en Platón, por Sara Andrés

Para Platón hay dos grandes niveles de realidad distinta, dos mundos diferentes: el mundo sensible y el inteligible. La relación que se establece entre ellos es que en el mundo inteligible se encuentran las ideas, aquello que de verdad existe, de los objetos, seres e imágenes que hay en el mundo sensible, el cual intenta imitar al inteligible.


Sin el mundo de las ideas, el mundo de lo material y perceptible mediante los sentidos no estaría tal y como está ahora ya que no tendría nada a lo que emular. Sin embargo, el mundo inteligible es totalmente independiente y perfecto, y por ello el mundo sensible lo intenta copiar, porque quiere llegar a ser tan perfecto como lo es él. Los objetos, los seres, las sombras e imágenes que captamos en el mundo en el que vivimos, el sensible, no son más que reproducciones más o menos logradas de las infinitas ideas que hay en el mundo que no vemos. Todas estas imitaciones intentan ser tan perfectas y verdaderas como lo son las ideas a las que interpretan, pero no lo consiguen.


Dentro de ambos mundos hay cosas más reales y mejores que otras. En el mundo sensible, las imágenes y sombras son copias menos ciertas y perfectas que los seres y objetos físicos. Y en el mundo inteligible, las matemáticas son menos auténticas que las propias ideas. Si cogiéramos la imagen reflejada del número ocho veríamos que éste es el reflejo de un número ocho materializado que podemos ver con nuestros ojos, y nos daríamos cuenta de que este número imita el objeto matemático llamado “ocho”, el cual simula ser la idea de “ocho” pero que no es.


En el mito de la caverna se explican estos dos mundos haciendo como que el mundo sensible es aquel que está dentro de la cueva y los objetos que vemos en él son las sombras que ven los cavernícolas proyectadas en la pared. Nos explica también que los elegidos para salir y ver el mundo inteligible son sólo unos pocos y estos tienen que hacer un gran esfuerzo, subir una gran cuesta. Y finalmente nos dice que éstos reconocerán primero las sombras (objetos matemáticos en la realidad) que son lo más parecido a los reflejos que veían antes y después reconocerán los objetos (ideas en la realidad) hasta reconocer el sol (Idea de Bien en la realidad)


Pero, ¿por qué en el mito de la caverna el sol es importante? Porque en el mundo inteligible, la Idea de Bien es la idea más perfecta que hay. Las demás ideas intentan parecerse lo más posible a ella.

¿Y quiénes son esos pocos que saldrán al exterior en el mito? Los que en el mundo sensible van a ser educados para gobernar.


Según Platón, el buen político tiene que ser filósofo. Y por esta razón lo que quiere es educar a los futuros gobernantes para que descubran con sus propios ojos el mundo inteligible y alcancen las ideas; sobre todo la Idea de Bien, para ser un gobernante justo y bueno, digno de regir en el Estado.

En esta educación, el individuo tiene que ser capaz de hacer que su alma, la cual viene del mundo inteligible según la teoría de la reminiscencia, recuerde las ideas que ya ha conocido antes pero que ha olvidado al adentrarse en el cuerpo humano, perteneciente al mundo sensible. El cuerpo es una cárcel para el alma, ya que éste no la deja salir y ver la realidad: las ideas.


No obstante, no se puede conocer todas las ideas en seguida, nada más comenzar tu educación, sino que hay un largo proceso, como bien dice el mito. Primero se debe dejar a un lado la opinión que se tiene del mundo sensible; ya que como no es real, no se puede conocer sino opinar. En esta opinión usamos la imaginación para ver las imágenes y la ciencia para los objetos. Y después, a través de la dialéctica, hay que empezar a conocer poco a poco los objetos matemáticos, para los cuales usamos el pensamiento, y más tarde las ideas, para las que adquirimos la inteligencia.


Al acabar la educación, el futuro gobernante, que ya está preparado para imperar al resto de los ciudadanos, conoce ambos mundos del dualismo ontológico (el sensible y el inteligible) y por tanto es consciente de qué es real y qué no, y se ha convertido, además de en un buen filósofo, en alguien justo y bueno, conocedor de la Idea de Bien y merecedor de ser el que reine en el Estado.

1 comentario:

Oscar Fernández dijo...

¡Eso es! Entre ceja y ceja el comienzo. Hubiera quedado mejor aún si en la segunda parte de ese primer párrafo hubieras anunciado cómo iba a ir el texto.

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¿Queda más que claro la diferencia que hay entre un comentario que al principio dice lo que va a decir, ajustándose al tema, y otro que va soltando rollo a lo largo del papel?

Aprovecho el momento (Sara, no va por ti) para recordar que en la corrección del examen "se penalizarán las digresiones". Me permito copiaros una definición de digresión, para que quede bien claro de qué estamos hablando: "Desviación en el hilo de un discurso oral o escrito para expresar algo que se aparta del tema que se está tratando."

O sea, que ponemos elementos para adornar, pero sin perder el hilo.

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Vuelvo al texto de Sara: muy bien el lenguaje, muy preciso.

(Pero no nos llames "cavernícolas" a los que estamos en la caverna...)

Fijaos cómo no pierde el hilo conductor. Un párrafo lleva al siguiente, o de forma natural o porque uno se esfuerza un poco en que así lo parezca.

Y también ojo a cómo va colocando la información, como quien te vende una rifa: cuando te das cuenta ya la has comprado.

Éste es otro de los textos que vale la pena leer, en cuanto al hilo conductor. Si vais pasando por uno y otro a ver si funciona el boca a boca y decís que se vea éste. Lorena lo comenté mucho, también muy bien. Y Paula Pérez e Irene también sobre algo que hay que evitar. Aprendemos unos de otros.